Lorena: la directora sin imposibles

“No tiene pelo”, le dijo Vicente a Lorena al tomar en brazos a su hijo. Vicente no ve nada debido a su discapacidad visual y vive en dependencias del Sename. Él nunca había tocado ni alzado a un recién nacido y ese momento de confianza que le permitió Lorena no lo olvidó nunca. 

Lorena Siqués es directora del colegio Hellen Keller de Ñuñoa (RM) -para estudiantes con discapacidades visuales- desde hace 5 años. Estudió Educación Diferencial en la Universidad Católica de Valparaíso y sus primeros pasos en el mundo laboral fueron en una escuela hospitalaria y en un colegio para niños autistas de la quinta región. Luego de realizar un magíster en discapacidad múltiple y especializarse en temas relacionados con autismo, postuló a un colegio para niños con discapacidades visuales en Santiago.

A pesar que la discapacidad visual no era su área de expertiz, Lorena sí tenía cercanía con el tema. A sus cuatro años de edad estuvo un mes sin poder ver debido a las vendas que tenía en sus ojos tras la cirugía para corregir su estrabismo. Aunque recuperó su vista, la experiencia le permitió comprender muchas de las adversidades diarias que viven las personas con discapacidad visual: si su abuela cambiaba de lugar algún objeto de la casa -que ella se aprendió de memoria en aquel mes- de inmediato se tropezaba con él.

El colegio Hellen Keller recibe a niños, niñas y jóvenes con baja visión, discapacidad visual completa, u otras discapacidades -siempre y cuando tengan problemas en la visión-. “Hay estudiantes -y profesores- que no ven, algunos que sólo ven con ayuda de una lupa, algunos que ven luces, otros de manera borrosa, sólo por los lados; cada uno tiene su condición particular, pero aquí hacemos de todo, no es un tema no ver”, dice, narrando y recordando las diversas experiencias a las que se han aventurado en el recinto: tenis, atletismo, fiestas de graduación, etc.

Lorena Siqués a la izquierda, junto a parte de su equipo.

Las aulas están compuestas por ocho estudiantes por nivel -desde kínder a octavo básico-, mientras que las especializaciones o “talleres laborales” -artesanía, masoterapia, huerto y envasado de frutos secos-, vendrían siendo la ‘educación media’ y los y las adolescentes pueden permanecer hasta los 26 años. La masoterapia es la única especialidad reconocida por el Ministerio de Educación. Estos talleres se imparten para jóvenes que presentan discapacidad múltiple, que no pueden acceder a la educación media en un liceo TP y quieren desarrollar habilidades para realizar emprendimientos -o similares-. Lorena asegura que el próximo desafío que intentará abordar es la trayectoria de aquellos jóvenes que permanecen en los talleres.

El resto de los estudiantes -un porcentaje variado según cada generación- salen de octavo básico y se van a diversos colegios a estudiar la educación media. A Lorena la llena de orgullo ver cómo crecen y van siendo más autónomos. Ella misma contacta por teléfono a quienes recibirán a sus estudiantes en los diversos establecimientos, asegurándose de que saben que llegará alguien con discapacidad visual y que estos cuentan con los implementos necesarios para su desarrollo escolar. Además, les hace seguimiento para ver si logran adaptarse bien.

La directora recuerda con orgullo la historia de dos hermanos gemelos -que tienen ceguera total- y participaron del taller de envasado de frutos secos . Ellos hoy en día venden mermelada casera con el apoyo de su mamá. Los gemelos cumplen con la tarea del envasado, mientras que su madre cocina la mermelada. Lorena destaca que la tarea de los hermanos, pese a ser simple para otros ojos, para ellos es una habilidad para desenvolverse y se contentan de poder aportar al negocio familiar, mantenerse activos y en constante desarrollo de sus habilidades.

Lorena, desde que asumió su cargo, ha intentado mostrarle a su equipo que las cosas sí funcionan a través de un liderazgo participativo, motivándolos a asumir desafíos por su cuenta. Cuando llegó al puesto de directora, una de las cosas que más le preocupaba – al ser una aficionada de los libros- era poder enriquecer la biblioteca con más opciones de libros en braille y macrotipo para sus estudiantes. Así, ella misma se encargó de comprar libros y, junto a sus colegas, comenzaron a transcribirlos en braille para permitir a sus estudiantes el placer de leer y transportarse a otras realidades. Esto escaló al punto que, actualmente, Lorena junto a su equipo están elaborando una actualización del manual de estrategias de enseñanza del braille, algo completamente vanguardista en Chile.

Pero éste no es el único ejemplo en el que la directora ha ido más allá: ¿Quién hubiera pensado que personas con discapacidad visual pudiesen contemplar un eclipse total? El 2 de julio de 2019, mientras algunos se trasladaban de lugar para presenciar de mejor manera el fenómeno, o aseguraban sus lentes para ver el espectáculo, en el colegio Hellen Keller intentaban que sus estudiantes pudieran vivenciarlo de alguna manera. Así, con el apoyo del Servicio Nacional de la Discapacidad (SENADIS) y el Ministerio de Ciencias, sus estudiantes lograron disfrutar un eclipse por primera vez donde, a través del Braille, material táctil y sonido pudieron imaginar y sentir un eclipse total.

Además del desafío que significa liderar este establecimiento, el colegio nunca se encuentra vacío. Hay estudiantes que viven de lunes a viernes y Lorena con su familia comparten mucho tiempo con los ellos, pues asegurarse de que estén bien y no les falte nada para la directora es esencial. Lorena agradece que sus hijos puedan compartir con personas con diversas capacidades, lo que les ha permitido desarrollar y formar su carácter de manera distinta.

¿Cómo sería enseñarle a un niño que no ve lo que es la luz?, ¿cómo ayudarlos a desplazarse con la ayuda de un bastón? 

“La sociedad muchas veces piensa que estas escuelas son como guarderías, o un lugar donde los niños van a jugar. Aquí hay mucho trabajo serio y profesionalismo y eso me encantaría transmitir”, dice Lorena, quien cree en las capacidades de las personas en situación de discapacidad desde una mirada positiva, no desde la pena y solidaridad; construyendo así una educación de calidad que valore y respete las diferencias. 

Carlos: El director vecino

  • Carlos, ¿alguna vez has pensado en ser director? 

Le preguntó Marcela Caico, la directora del Liceo Carlos Ibáñez del Campo a Carlos Cárdenas, quien en 2013 y a sus 30 años se desempeñaba como profesor de educación física del establecimiento ubicado en Fresia, comuna de 12 mil habitantes -mitad urbano mitad rural- de la región de Los Lagos.

Efectivamente, Carlos nunca lo había pensado, pero cree que el liderazgo especial que ejercen los profesores de educación física, cargados de entusiasmo y motivación, fue lo que en ese momento lo hizo destacarse frente a la entonces directora.

La primera vez que Carlos Cárdenas salió de Fresia fue a los 19 años, para estudiar pedagogía en Osorno. La segunda, 12 años después para asistir a Santiago a las clases de formación de directores, beca del Estado a la que optó luego de la esperanza que sembró en él Marcela. “Ese año -2014- terminé muerto”, dice, pues de lunes a jueves trabajaba como profesor de educación física; los jueves en la tarde tomaba un bus de Fresia a Puerto Montt, para luego tomar otro de Puerto Montt a Santiago. Llegaba el viernes en la mañana a la gran capital de Chile para estudiar y volver a realizar el mismo trayecto los sábados en la noche. Sin embargo, a pesar del cansancio y esfuerzo de esos 5 meses, afirma que la experiencia valió absolutamente la pena.

En Fresia todos se conocen: los estudiantes del Liceo son los vecinos de Carlos, son con quienes se encuentra en los partidos de fútbol. Los apoderados son parte de la junta de vecinos a la que asiste. Por ese motivo Carlos se enfrentó a un gran desafío cuando finalmente asumió como director a los 33 años en un lugar donde los directores de colegios tienen, por lo general, largas trayectorias en educación.

Carlos Cárdenas en la izquierda superior.

Él reconoce haber aceptado el cargo muy joven y con un gran vacío de conocimientos en diversas áreas, por esa misma razón, todos los años realiza al menos un curso, diplomado o magíster. Carlos siente que tiene una deuda con los conocimientos técnicos pedagógicos, aquellas aptitudes que sirven para guiar a los profesores en su mejoramiento dentro del aula y está trabajando de manera especial en fortalecerlas.

“Nuestro sello es la solidaridad y la empatía, porque sabemos lo difícil que es vivir en el sur”, dice Carlos, lamentando que sea un sello que no se puede medir en las pruebas de rendimiento, como el Simce. En Fresia no hay grandes industrias que permitan la empleabilidad y la gente, por lo general, trabaja por temporadas -sin un sueldo fijo-, o deben recorrer grandes distancias para acceder a sus trabajos. Lo mismo sucede con gran parte de los estudiantes, docentes y equipo directivo, pues al vivir en zonas rurales, deben despertarse muy temprano para llegar a las 8 de la mañana, por no mencionar cuando las lluvias afectan el terreno y muchas veces imposibilita la movilidad.

En la pandemia muchas familias no pudieron salir a trabajar y la mala cobertura de internet en la zona rural imposibilitaba la implementación de la modalidad online para algunos estudiantes, dice Carlos, aprovechando de disculparse por las reiteradas interrupciones causadas por esas similares fallas técnicas durante la entrevista. 

Debido a lo anterior, y teniendo siempre la solidaridad como pilar fundamental, Carlos junto a sus colegas decidieron, en plena pandemia, realizar una colecta de dinero para los hogares de sus estudiantes, los cuales se encontraban en una situación económica complicada. “Cada mes juntábamos entre 700 y 800 mil pesos para armar canastas de abarrotes (…) Te diría que funcionamos como una pequeña municipalidad”.

Carlos tiene diversos proyectos que busca implementar en el liceo para mejorar la calidad de aprendizaje de los y las estudiantes. Uno de ellos lo está empujando en conjunto con el Centro de Padres y busca concretar la instalación de un invernadero en el recinto educacional. El proyecto será postulado al gobierno regional y busca ser una herramienta para la especialidad agropecuaria, así como una oportunidad de utilizar los desechos de la comida Junaeb para el tratamiento de la tierra. También espera realizar una corrida escolar para la fecha de aniversario de la institución, e invitar a participar a los 84 colegios de Llanquihue.

Por otro lado, Carlos ya cuenta con la puesta en marcha del proyecto de formación dual -proceso para formar alumnos en profesiones y oficios en el que participan de forma coordinada la escuela y la empresa-. La idea de Carlos y su equipo es conseguir un aumento en la tasa de egreso con el título técnico a nivel intermedio aprobado, pues en el 2019, solo un 24% de los estudiantes lograron conseguirlo. De hecho, ya para el 2022 y gracias a diferentes convenios empujados por el equipo directivo, el 100% de los estudiantes en la especialidad de párvulos lograrán egresar con su título, lo que para Carlos es realmente gratificante.  

Para poder avanzar y despejarse a Carlos le gusta trotar en el estadio comunal. En su ritual sagrado repasa los avances que ha conseguido y proyecta lo que viene. El deporte le ayuda a bajar la intensidad de su rutina y respirar. Durante el día está en contacto con mucha gente: estudiantes, apoderados, equipo docente y directivo, así como con representantes de la comuna en general. Carlos conoce a la gente, los llama por su nombre; conoce el sinfín de necesidades que tiene la comuna y sus habitantes. Carlos es fresiano de corazón y, como director, se hace cargo de ello, intentando, desde su trabajo, mejorar las condiciones de su tan querida comunidad.

Patricia: La directora autodidacta

En 2007, a sus 27 años, y como artista visual, Patricia se encontraba en México estudiando un magíster en escultura, pues le interesaba la intervención del arte en lo público, lo social, y se fue al país donde se encuentran las esculturas e intervenciones ‘in situ’ de los artistas más notables del mundo. Allá, la contingencia nacional chilena -el gobierno de la primera presidenta mujer, Michelle Bachellet y la movilización estudiantil, más conocida como ‘Revolución Pingüina”- la inspiraron tanto que decidió regresar al país y aportar su granito de arena a lo que exigían los y las jóvenes: educación de calidad. 

Patricia no cree haberse alejado de lo que a sus 18 años la entusiasmaba. Si bien el arte y la dirección TP pueden parecer disciplinas muy distintas, ella tiene un análisis distinto: para hacer una escultura, hay que tener muy claro el proceso y lo que que se quiere comunicar, hacer muchos bocetos, probar diversos materiales y ver cuáles se ajustan mejor al resultado final al que se busca llegar y a lo que se intenta transmitir.  “Así como tuve un cuaderno de artista de bocetos, tengo mi cuaderno de directora donde guardo los procesos que voy viviendo antes de tomar una decisión de gestión”, dice.

El primer acercamiento de Patricia a la docencia fue con Enseña Chile, institución que invita a profesionales de diversas disciplinas para que trabajen como docentes por dos años, con la esperanza de transformar las salas de clases más desafiantes del país. Con toda esa inspiración de contribuir al desarrollo de la educación, Patricia se topó con una dura realidad en el colegio que le asignaron, ubicado en la comuna de Puente Alto (RM). Esta experiencia fue clave y sembró en ella la inquietud de poder enseñar, educar y gestionar un establecimiento con profesionalismo y vocación, entregando una educación de altas expectativas para los y las estudiantes. “Tengo que sacar la docencia y ser directora”, se dijo. 

Con tal determinación en dos años sacó la pedagogía en Lenguaje y Comunicación de manera vespertina. Pensó que el camino -desde obtener el título a llegar a ser directora- iba a ser largo, pero luego de cinco años trabajando en Liceo San Luis Beltrán de Pudahuel, y tras participar del proceso de Alta Dirección Pública, le ofrecieron el puesto que tanto anhelaba en una de las comunas con mayor porcentaje de pobreza en la Región Metropolitana. “Me sentí súper sola porque yo no sabía nada de lo que significaba ser directora, me tuve que hacer un archivador, lo imprimí y comencé a leer”, manifestó Patricia, quien se define como una directora autodidacta. 

Patricia ha vivido situaciones desafiantes, como aquella vez que un camión se robó “literalmente todo” el equipamiento del liceo; o cuando se enfrentó con un 38% de aprobación en la evaluación que le hicieron los docentes. “Me quería morir”, dice, pero tras varios análisis personales entendió que se había centrado mucho en la convivencia escolar y la cultura del establecimiento y poco en los procesos académicos o análisis de resultados. Y, como buena autodidacta, se centró en mejorarlo de manera rigurosa. Hoy tiene un 98% de aprobación por parte de su equipo docente. 

Como directora, Patricia busca impulsar proyectos que sean un aporte para la comunidad. Recuerda con orgullo cuando, junto a la empresa internacional Ericsson y los estudiantes de la especialidad de Telecomunicaciones del Colegio San Luis Beltrán, crearon un sistema para iluminar con internet la población colindante al establecimiento; brindándoles también la posibilidad de acceder a wifi.  Sin embargo, ella destaca que una de las experiencias más enriquecedoras sucedió en 2015, cuando, debido a la confusión que existía en los apoderados por cómo realizar la declaración de impuestos al Servicio de Impuestos Internos -por lo que acudían al liceo en busca de ayuda-, se determinó que los estudiantes de la especialidad de contabilidad ayudarían anualmente a los apoderados en este proceso como parte de su programa, ayudando directamente a la comunidad educativa.  

“Las cosas van a pasar, sí, lo importante es cuándo y cómo”. Este fue el mejor consejo que recibió Patricia y lo recuerda cada vez que intenta impulsar nuevas iniciativas. Así, su sueño es que, de acá a 6 años, el liceo pueda recibir estudiantes con capacidades distintas, valorando a cada persona, potenciando sus distintas habilidades y sueños personales, dándoles la posibilidad de desarrollarse en el mundo laboral. 

Mirando atrás esa etapa en que aún era una artista visual, Patricia dice que habría elegido el mismo camino, reiterando con fuerza que se necesitan muchas más personas que sientan la convicción de entregar sus habilidades y conocimientos como adultos referentes para que jóvenes, niños y niñas puedan elegir un futuro mejor. 

Juan: El director que nunca dejó el aula

Asumir uno de tus mayores desafíos laborales unos años antes de la jubilación no es una decisión usual, sin embargo, fue la decisión del profesor de historia Juan Villarroel a sus 66 años. En 2014 decide integrarse como director al Colegio Chile Norte de Arica -politécnico- para pasar sus últimos años de docencia entregando sus conocimientos a jóvenes quienes, por el contexto en el que viven, suelen enfrentar muchos más desafíos para continuar su trayectoria profesional.

De lunes a viernes, sin excepción, Juan se despierta a las 6 de la mañana para llegar al colegio antes del inicio de la jornada. Cuando llega la hora, se acerca a la entrada principal y saluda a cada uno de los estudiantes con un animado: ¡buen día!, acción que dice ser clave para cumplir con su sello personal, ser cercano a los y las jóvenes. Durante sus 41 años de experiencia laboral nunca ha dejado las aulas, aún siendo director. Actualmente dicta dos clases de historia y filosofía y, como parte de su metodología de trabajo, sus colegas en cargos de gestión también deben dictar clases. Esto, asegura Juan, es esencial para estar en contacto directo con la realidad del liceo y los resultados de su trabajo.

La historia laboral de Juan comenzó años atrás, cuando se encontraba soltero, sin hijos, y leyó en el diario El Mercurio un anuncio que realizaba una “empresa grande”, buscando docentes.  Juan postuló y -para su sorpresa- lo contactaron de Codelco para asumir como profesor en el Liceo Diego de Almeida, ubicado en un pequeño pueblo de la cordillera llamado El Salvador, antiguo asentamiento minero ubicado junto a la Cordillera de los Andes y en medio del Desierto de Atacama. Afortunadamente su señora, a quien conoció tiempo después, consiguió trabajo en las cercanías como profesora de inglés y trabajaron en diversos colegios entre Potrerillos y El Salvador; en el caso de Juan, siempre pertenecientes a la red de Codelco. Su récord, 22 años como subdirector y director del Liceo Diego de Almeida. 

Su desafío más grande relacionado a lo laboral, recuerda, fue ahí mismo, pues cuando asumió como director, el Liceo estaba categorizado en los últimos lugares de la región de Atacama en las mediciones nacionales. Para cambiar esto, se crearon programas propios para el Liceo, se formaron departamentos, se establecieron evaluaciones de desempeño para el personal, se trabajó colaborativamente con empresas, se crearon nuevas especialidades, entre muchas otras acciones. Si bien fue un período muy duro en lo laboral para esta comunidad educativa, luego de 3 años y medio, lograron ver excelentes resultados: éste subió al segundo mejor lugar regional. 

Durante la experiencia de Juan trabajando en la red de colegios de Codelco se dio cuenta que el sistema educativo podía tomar algunas lecciones de la producción del cobre, pues en ésta se busca lograr la excelencia, que el producto tenga un 99,99% de dureza; en el caso de los colegios, consta en implementar un nivel de exigencia tal que, sin importar los recursos o la historia de los estudiantes, se parte de la base que todos son capaces de llegar a altos puntajes en las pruebas de medición nacionales. De hecho, esta lógica ha dado sus frutos, ya que como relata el director, uno de los momentos más gratificantes de su trayectoria fue la noticia de que dos de sus estudiantes consiguieron puntajes regionales y uno puntaje nacional.

El originario del pequeño pueblo nortino de Taltal descubrió su pasión por la educación técnica profesional apenas ingresó al mundo laboral, recién titulado de la Universidad de Chile, pues su primer trabajo fue como profesor de Historia y Geografía en el Liceo Politécnico C-20. Hoy, 41 años después, no se siente cansado y sigue encantado con ella. Juan le aconsejaría a un(a) docente que está empezando su trayectoria, que, si eligieron esta “hermosa profesión”, no se desanimen y sigan adelante, pues cada día se descubre algo nuevo que revitaliza tu quehacer y te llena de energía para enfrentar nuevos desafíos. “El éxito de nuestra gestión se basa en nuestro nivel de compromiso y empatía con cada uno de nuestros estudiantes y sus familias; los éxitos de ellos son también los nuestros”, asegura, e insiste que un buen educador está siempre en permanente actualización de sus conocimientos. 

Silene: La directora feminista

Tras 30 años trabajando en colegios privados como docente, subdirectora y directora, y luego de 15 años dirigiendo el Instituto San Lorenzo ubicado en Rancagua, Silene Pozo decidió retirarse para ejercer sus siguientes 10 años de vida profesional como directora en el mundo público. Aunque sus colegas le advirtieron lo difícil que sería lograr el puesto a través de la Alta Dirección Pública -pues nunca había trabajado en un colegio público-, lo logró. 

Hoy, como directora del Liceo Polivalente de Requínoa y como parte de su rutina diaria,  Silene recibe todas las mañanas con un cordial saludo a sus estudiantes, con el fin de percibir sus estados de ánimo, transmitirles energía y ánimo para el día. La contención emocional es considerada esencial por esta líder de la comunidad, pues intenta que perciban al establecimiento como un espacio seguro y como una oportunidad de desarrollo.

Silene es licenciada en Historia y Geografía, becada por el Ministerio de Educación en un postítulo de Gestión y Liderazgo en Barcelona y magíster en Educación y Comunicación. Actualmente – a sus 60 años –  dice estar enfrentándose a su mayor desafío laboral, el cual comenzó en marzo con el retorno de los y las estudiantes a clases presenciales, después de dos años de pandemia. “Los niños están con un nivel de incertidumbre tan grande por todo lo vivido en el confinamiento”, dice, comprometiéndose a trabajar sin descanso para que los y las estudiantes vuelvan a sentir en el liceo ese espacio seguro que se merecen.

 Para Silene y el Liceo Polivalente de Requínoa las interrogantes y situaciones de siempre, deben tener respuestas distintas, por eso, hace dos años trabajan con Comunidad Mujer y el Instituto de la Mujer para garantizar equidad de género en la educación que imparten.

– Si tienes que mover un mueble de un extremo a otro, ¿a quién se lo pedirías en el aula?

– Si una estudiante está en su período menstrual y se acerca a tí porque tiene malestares, ¿qué le dirías?

Son preguntas que forman parte de las entrevistas que se realizan a posibles candidatos/as que se quieren incorporar al equipo del liceo, pues están enfocados en generar y mantener espacios para el aprendizaje con equidad de género, y, para esto, resulta indispensable que los docentes de su establecimiento incorporen en sus rutinas curriculares el concepto de equidad. Esto tiene especial relevancia en el mundo TP, donde existen especialidades que históricamente han sido clasificados como “rubros masculinizados”, por lo que, aquellas mujeres que ingresan a éstas, se enfrentan a diversas barreras a lo largo de su trayectoria.

Para Silene, ser un liceo promotor de equidad de género requiere trabajar en diversas aristas: desde lo curricular, como eliminar la narrativa tendenciosa ‘Walt Disney’; la gestión, donde la capacitación docente juega un papel central; y la comunicación, pues es importante que toda la comunidad educativa entienda la importancia y trascendencia que tiene un proyecto de esta envergadura. Una de las iniciativas en esta última línea en las que trabajó la directora junto a su equipo, fue la realización de un seminario comunal, en donde se propició un espacio educativo integral para promover valores transversales, donde los sesgos y estereotipos de género se extingan para lograr un cambio cultural que se proyecte en la comunidad. 

Historias como la de Jaritza emocionan a la directora. Ella es una joven ex alumna que, mientras estudiaba en el liceo soñaba con ser actriz, pero nunca pensó que sería una oportunidad real para ella. Silene la alentó por medio de un trabajo colaborativo y actualmente estudia artes escénicas en Antofagasta -a 1.400 km de su casa-, todo un orgullo para su familia, al ser la primera integrante en acceder a la educación superior. Ya desde el 2019 se ha invitado al liceo a las primeras estudiantes que ingresaron a la universidad, para hablarle a los y las estudiantes y promover en las “Jaritza” sin descubrir, que si quieres algo y trabajas para conseguirlo lo puedes lograr.

Todo el trabajo de promoción de equidad de género ha repercutido en lo más hondo de la cultura de este liceo y en especial de sus estudiantes mujeres. Cuando Silene llegó al establecimiento había un índice de 38% de embarazos adolescentes que ahora -con el apoyo del Cesfam y a través de la profundización de los conceptos de afectividad y sexualidad-  bajó a 0%. Además, en el 2021 lograron los mejores resultados PACE, la oportunidad que ofrece el Estado a estudiantes destacados en Educación Media, preparándonos para la Prueba de Selección Universitaria, apoyándolos en el proceso y asegurando su cupo en la educación superior universitaria. Así, a la fecha 29 mujeres accedieron a la enseñanza superior, un hito extraordinario para esta comunidad. 

Hace 4 años sucedió por primera vez que estudiantes egresados del Liceo Polivalente de Requínoa accedieron a la educación superior y la comunidad lo celebró como el punto de partida para las futuras generaciones. Silene, junto a su equipo,  se las han jugado por buscar mejores oportunidades para sus estudiantes logrando generar diversos convenios y alianzas estratégicas que han ayudado a que hoy, los y las estudiantes del establecimiento tengan más oportunidades y mayores expectativas de acceder a la educación superior por sus propios esfuerzos y preparación entregada por el liceo. 

“Mi energía se renueva cada vez cuando, durante el día, se me acerca un(a) niño(a) en busca de ayuda y puedo ayudarlo(a)”, dice emocionada narrando experiencias que atesora. Cree que el buen trato que tiene hacia ellos y hacia su equipo ha sido fundamental para lograr los objetivos que se propuso al enfrentarse a este desafío laboral: impactar positivamente en la vida de sus estudiantes. 

Emilia: Directora de un mundo invisible

 

Emilia Valenzuela Estrada se despierta muy temprano para manejar y evitar el taco que se produce camino al Complejo Penitenciario de Arica, territorio desértico donde se ubica su lugar de trabajo desde hace 18 años, el Liceo Técnico Profesional de Adultos Pukara- Arica, del cual es directora. Para ingresar es registrada diariamente por gendarmes en un riguroso proceso, para luego caminar largos trayectos hasta las sencillas dependencias en donde se reúnen los 25 miembros que conforman el equipo del liceo. Admite que nunca ha sido amiga de los desayunos en el trabajo, pero cuando entendió la importancia de la comunicación, y la alegría que se generaba en su equipo al compartir  durante esa media hora -previa a la jornada de trabajo- lo transformó en un rito de inicio de día. 

Emilia nunca aspiró a ser directora, más bien lo ve como una evolución y una oportunidad de esas que aparecen en la vida que no se les puede decir que no. Es profesora de historia y, en un momento en que se encontraba desempleada, le llegó un aviso de que estaban buscando docentes para una fundación educacional y postuló. Cree que debido a su currículum -que suma el egreso de un programa de doctorado en España en el área de antropología e historia- recibió una llamada con la noticia de que estaba contratada, sin entrevista previa. 

‘La dire’ -como le dice su equipo- es una mujer de fe y siempre cree que lo mejor está por venir. Su curiosidad la hace constantemente tomar cursos, leer cosas nuevas y estar atenta a la contingencia. Junto a su equipo se refieren al “medio libre” cuando hablan de lo que sucede con la educación y la contingencia en un contexto que se podría definir como “normal”, porque en las escuelas carcelarias funciona todo muy distinto y, por eso, han sido mal estigmatizadas como “el lugar invisible” -donde llegan algunos profesores a la espera de jubilarse-.

El sistema penitenciario tiene su propio ritmo y una dureza particular. Emilia asegura que la flexibilidad ha sido lo que les ha permitido prosperar. Todos los años debe armar el colegio de nuevo, revisar qué estudiantes permanecen en el penal, y quienes no, y en base a eso ver si la matrícula los sostiene. También, deben tener la capacidad de innovar rápidamente frente a las contingencias. Por ejemplo, para que los y las alumnas asistan a clases necesitan el apoyo de los gendarmes para que los custodien hasta las salas que poseen en diversas unidades. Este proceso algunas veces retrasa el inicio de clases, pero, como siempre insiste Emilia, hay que adaptarse y ser flexibles para poder alcanzar las metas educativas que favorecen la formación de los estudiantes de este complejo contexto. 

El liceo depende de la Fundación Educacional Coresol -especializados en educación en contexto de encierro- y ofrece cuatro carreras técnicas, sumando un total de 410 alumnos que se especializan en electricidad, productos de la madera, servicio de alimentación colectiva y vestuario y confección textil. No es azaroso, sino que son carreras que permitirían la empleabilidad, y, en el caso de que les cueste emplearse -como sucede en variadas ocasiones-, les permita desarrollar emprendimientos personales. Para ella sigue siendo “una espina en el zapato” lograr una vinculación directa con el sector productivo para facilitar el acceso laboral de los alumnos que egresan del liceo y mejorar las condiciones para su reinserción social. 

Los estudiantes valoran mucho que personas del “medio libre” vayan a dedicarles tiempo para que ellos aprendan, lo que les ha hecho respetar y mostrar cariño hacia el equipo docente y directivo. Emilia cree que con el trabajo que hacen han logrado impactar vidas y cuando conoce esas historias le llenan el corazón. Muchas veces se cruza en la calle con exalumnos y se reportan “directora, yo estoy súper bien, estoy trabajando (o estudiando), ésta es mi señora -la señala-”. Otras veces también se encuentra con algunos de ellos, pero, lamentablemente, de regreso en el recinto. 

 

Si bien ‘la dire ha recibido importantes reconocimientos, como por ejemplo; fue elegida como una de las Mujeres Líderes en Arica 2019, para ella los logros y momentos más memorables de su trayectoria son cosas muy simples: ver cómo se han ido desarrollando profesionalmente sus colegas, pues muchos de ellos llegaron con un título técnico de nivel medio, y, alentados por ella, ahora son profesores especializados. Se emociona cuando los observa realizando una actividad con pasión, cuando ve que el mensaje que transmiten es contundente y coherente con el plan educativo institucional. 

Está convencida que, en lo laboral, no hay que tomarse las cosas personales y que la verdad, por más que sea dolorosa, es la mejor receta para entenderse bien. Le gusta hablar abiertamente con los profes, diciéndoles las cosas claras, similar a lo que sucede en una familia con buenos nexos de comunicación. “En eso soy cara de palo, rigurosa; pero también amable, contenedora y comprensiva. Creo que a veces  se amparan en mi veta materna, pero probablemente te digan que soy fregada”. Sin embargo, el buen humor es una de sus fortalezas y mejores herramientas para lograr un ambiente laboral ameno.

Su equipo, si bien diverso, es gente que se respeta y trabaja colaborativamente. La pandemia repercutió fuertemente en ellos: hay quienes perdieron familiares y otros se enfermaron gravemente. La tristeza fue compartida por todos y siempre, si alguno pasa un momento particularmente difícil, el equipo se las arregla para cubrir sus clases y darle el espacio necesario para que pueda sobrellevar su situación de la mejor manera. “Si hay que aportar plata del bolsillo, lo hacemos. Somos solidarios y generosos unos con otros”. 

Emilia cree que el trabajo la eligió a ella y la ha mantenido encantada por tanto tiempo porque se ve diariamente desafiada. Sueña con que su misión educativa se valide por sí misma cuando logren que uno de sus ex estudiantes se desempeñe como docente en alguna de las especialidades del liceo, siendo un testimonio vívido de la misión de su liceo -entregar oportunidades reales de inserción social y laboral- y, en particular, del cariño y la pasión con la que hacen su trabajo.

Yerko: El director de puertas abiertas

 

Mientras Yerko Echeverría estudiaba Licenciatura en Matemáticas en Antofagasta nunca se imaginó que en 2022 sería director de un liceo en la misma región. Cuando supo que tendría una hija -a sus 21 años- con más ahínco terminó su carrera logrando proseguir estudios de postgrado en la ciudad de Santiago. Con el nacimiento de su segunda hija regresó a Calama en busca de trabajo. La primera oferta que recibió fue como profesor de matemáticas y sin dudarlo la aceptó. “Ahí me di cuenta que era lo mío”, dice, decidiendo posteriormente sacar la pedagogía en la Universidad Católica del Norte -paradójicamente- junto a dos de sus exalumnos. 

Yerko nació en Calama y proviene de una familia donde sus padres, con mucho esfuerzo, sacaron adelante a su familia. Si bien estudió en un liceo científico humanista, si tuviese que volver a estudiar, dice lo haría en un liceo técnico profesional, pues la posibilidad de aprender una competencia adicional a lo que propone el currículo nacional cree que habría sido una gran ayuda para su vida. Por ejemplo, le encantaría poder reparar los aparatos eléctricos de su casa, pero, como no entiende de electricidad, le asusta.

En los 21 años de trayectoria que tiene en educación -como docente y director- Yerko no ha dejado de estudiar y cuestionar, pues siempre encontró que la gestión en los establecimientos se podía hacer de mejor manera y eso fue lo que precisamente le sembró la esperanza de convertirse algún día en director.

 

 

Y lo logró con esfuerzo. Yerko cuenta con 2 títulos universitarios, realizó 3 diplomados, 2 magíster y 2 máster; el último de ellos lo llevó a conocer y enamorarse de las neurociencias, el sello que intenta imprimir desde que llegó a dirigir el Liceo Politécnico Diego Portales Palazuelos en Tocopilla. Esta ciencia busca entender cómo aprenden los alumnos para ejecutar la enseñanza de forma eficaz y es el paradigma que representa la columna vertebral del liceo. En lo práctico profundiza el aprendizaje basado en proyectos, el uso de la tecnología y la formación por competencias. Se cuestiona cómo incorporar la emoción en el aula, cómo trabajar la atención, cómo lograr que los estudiantes quieran conocer más. Cada vez que puede, Yerko intenta transmitirles a los docentes que uno es capaz de enseñar de manera distinta. 

Yerko dice emocionado creer que por fin está cumpliendo sus metas. Que aquello que lo motiva a seguir trabajando con tanta pasión es transformar vidas, que niños y niñas de contextos vulnerables tengan oportunidades para surgir, porque a él tampoco nada se le dio fácil: tuvo que estudiar y aprender mucho, vivir sin trabajo y adaptarse a distintas condiciones laborales.

“Desde estas experiencias y propósitos, me di cuenta que tengo la capacidad, las competencias y habilidades para liderar”. 

 

Para él sus logros son los que alcanzan los estudiantes. Recuerda orgulloso aquella vez cuando, como profe de matemáticas en el Colegio Leonardo Da Vinci de Calama, se propuso que su curso obtuviera los mejores puntajes comunales en la Prueba de Selección Universitaria -PSU- y lo lograron. Para ello preparó un plan estratégico de mejora de resultados: comenzó con un diagnóstico, luego se realizaron trabajos focalizados y se monitoreó constantemente para ver avances y focos de mejora. Aún recuerda la llamada de un estudiante la misma noche que recibió los resultados, queriendo compartir su alegría de que, por el buen puntaje obtenido, había logrado entrar a estudiar Medicina en la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

 

Yerko asegura que lo más memorable de su trayectoria son aquellos mensajes que le llegan por Facebook de niños que conoció como adolescentes y ahora como adultos, muchos de ellos profesionales, valoran su trabajo. “Es una satisfacción impagable”. 

 

Este director quiere que su liceo se convierta en uno de excelencia y para ello, se autoimpone una exigente rutina de trabajo diario: lo que antes significaban unos minutos más en la cama, ahora los aprovecha para leer temas de liderazgo; revisa las actividades de cada miembro de su equipo y diariamente evalúa si los indicadores del plan de mejora se cumplen o no “y si no se logró, bueno, al otro día tendré la posibilidad de alcanzarlo”. Entre risas cuenta que en su casa a veces lo molestan porque no logra salir del papel de director. 

Yerko rechaza todo lo que sea impositivo y autocrático. Intenta que todos los que componen su equipo crean en su proyecto y se motiven en cambiar vidas y realidades de sus estudiantes que vienen de contextos muy vulnerables. Para ello, siempre mantiene las puertas abiertas para conversar, dialogar y llegar a acuerdos con toda la comunidad educativa. Siempre tiene un tiempo para quienes necesitan de su ayuda y espera que, mediante el trabajo colaborativo, se puedan alcanzar todos los objetivos y metas trazadas en bien del establecimiento que lidera.