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Fernanda, la joven que desafía estereotipos de género en minería


Desarrollo Profesional

Autor: Magdalena Frontaura
Año: 2024

Fernanda Sola creció en Alto Hospicio, una comuna cercana a Iquique, en una familia donde los hombres —tíos, primos y hermanos— siempre estuvieron vinculados a la minería, trabajando en empresas como Collahuasi, Quebrada Blanca y Cordillera. Su padre, camionero de ruta durante muchos años, transportaba cargas peligrosas a nivel nacional. Fernanda, la única hija mujer, veía con admiración y un poco de envidia cómo su padre invitaba a sus hermanos a acompañarlo en algunos viajes, mientras ella soñaba con ser parte de esas aventuras. “Al crecer, entendí que era complicado; ese sector estaba dominado por hombres, y cualquier descuido podía ser peligroso. Pero que me dijeran que no, solo hacía que me interesara aún más”, recuerda. 

Desde pequeña, Fernanda sintió una fascinación por la minería, rodeada de referentes masculinos. “A veces tomaba sus libros, los ojeaba y me imaginaba en ese mundo de grandes maquinarias”, cuenta. Sin mujeres que la inspiraran en su entorno, tuvo que forjar su propio camino. A los 11 años, logró convencer a su padre, pese a su resistencia inicial, para que le enseñara a conducir en los desérticos caminos cercanos a su casa, tal como lo había hecho con sus hermanos. 

La perseverancia de Fernanda no se detuvo ahí. Desde joven comenzó a practicar motocross, un deporte que compartían su padre y hermano inicialmente. Al principio, los tres se turnaban en la misma moto para las carreras, pero con el tiempo, Fernanda decidió que quería una moto propia. Comenzó a trabajar en un almacén cerca de su casa y, poco a poco, consiguió auspicios que le permitieron comprar una moto con puños rosados, como siempre había imaginado.  

Uno de los mayores apoyos para practicar motocross vino de su colegio, el Liceo Bicentenario Minero, al que ingresó en segundo medio. El sticker de la institución y el pendón la acompañaban en cada carrera. Pero el liceo le ofreció más que apoyo deportivo; le brindó una oportunidad que cambiaría su vida: ingresar en tercero medio a la especialidad de Minería. “Recuerdo que en el liceo teníamos un simulador de camión minero y podíamos practicar e imaginar cómo sería trabajar en una mina. Mezclar lo teórico con lo práctico nos motivaba y nos daba una base excelente para el futuro”, relata. 

Esta oportunidad fue posible gracias a una alianza con la minera Collahuasi, que dotó al liceo del mejor equipamiento para la enseñanza. Además, la alianza ofrecía a los estudiantes con mejor rendimiento académico y comportamiento la posibilidad de realizar su práctica profesional en la empresa. Fernanda fue una de los 10 seleccionados de entre 70 postulantes para hacer su práctica como operadora de camión de extracción minera, un logro que marcó el inicio de su trayectoria en la industria. 

“Haber quedado para hacer mi práctica fue una inmensa satisfacción, porque era donde yo quería estar. Mis padres estaban muy felices: ‘Hija, tienes que hacerlo bien, no tomar ninguna licencia’, me decían”. El primer día de su práctica, Fernanda estaba muy nerviosa; la empresa era reconocida a nivel nacional, y le costaba creer que pronto estaría manejando uno de esos enormes camiones. 

Hoy, siete años después, Fernanda sigue desempeñándose como operadora de camión de extracción en la minera. De los 600 operadores de la empresa, solo un 7% son mujeres, lo que refleja el desafío que implica abrirse paso en un rubro históricamente masculino. Su rutina sigue un exigente sistema de turnos 7×7: trabaja siete días seguidos en la mina, con jornadas de 11 horas y una pausa para almorzar, y luego descansa siete días. El ritmo laboral ha sido todo un reto, especialmente porque es madre de un niño de 2 años y medio. Durante su semana de trabajo, su familia cuida de su hijo, y al terminar cada turno, lo busca de inmediato para aprovechar al máximo su tiempo juntos. Sin embargo, este sacrificio también ha implicado perderse momentos importantes, como navidades y cumpleaños, así como dejar de lado su pasión por el motocross, un deporte de alto riesgo, para evitar licencias médicas que puedan afectar su carrera. 

Sin embargo, todo su esfuerzo ha dado frutos. Fernanda ha asumido más responsabilidades dentro de la empresa y hoy es maestra guía para los estudiantes que, como ella años atrás, realizan su práctica en la minera. “Es gratificante porque me hacen compañía en un trabajo que puede ser muy solitario”, comparte. Su empleo también le ha permitido estabilizar a su familia en momentos económicos difíciles, cumplir el sueño de mudarse a La Serena —una ciudad que desde pequeña anhelaba vivir, cuando iba de visita donde algunos familiares—, y tener su propia casa. 

En cuanto a sus metas futuras, Fernanda aspira a seguir desarrollándose dentro de la empresa, apuntando a operar palas mineras, lo que también le abriría la posibilidad de acceder a una mayor remuneración. “¿Por qué no emprender y tener su negocio propio en un futuro?”, se pregunta. Sus sueños son grandes, y está convencida de que, con perseverancia, siguiendo su instinto y corazón, no hay barreras que no pueda superar. 


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