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Diego Elorza, el innovador social que convirtió su startup en una ONG


Desarrollo Profesional

Autor: Magdalena Frontaura
Año: 2024

En 2016, Diego Elorza fundó Urbanatika, un emprendimiento social dedicado a promover el desarrollo urbano sostenible y la regeneración ecológica en las ciudades. Su organización se especializa en planificar y ejecutar proyectos que buscan transformar los entornos urbanos en espacios más verdes, saludables y resilientes, respondiendo a los desafíos del cambio climático. Urbanatika rápidamente ganó reconocimiento, obteniendo múltiples premios y fondos tanto a nivel nacional como internacional, lo que permitió a Diego viajar a Inglaterra para explorar e innovar en el ámbito agrícola. Sin embargo, cuando el proyecto alcanzó un punto crucial, Diego decidió, tras un proceso de discernimiento ético, convertirlo en una fundación sin fines de lucro. 

Diego creció en una población de Conchalí y luego se trasladó con su familia a una villa en Quilicura, donde la parroquia desempeñaba un rol importante en la comunidad, tanto por su influencia territorial como por su fuerte conciencia social. Este sentido de responsabilidad social le fue inculcado por su abuela, una activa dirigente comunitaria. “Crecí viendo cómo el apoyo mutuo y el trabajo comunitario pueden cambiar vidas”, recuerda Diego. 

Debido a su contexto socioeconómico desafiante, sus padres vieron en la educación técnico-profesional una vía para mejorar su futuro y lo inscribieron en el Liceo Industrial Chileno Alemán, con la esperanza de asegurarle mejores oportunidades. El esfuerzo era considerable: Diego pasaba cuatro horas diarias en transporte público, combinando micro y metro para llegar al liceo y regresar a casa. Al momento de elegir una especialidad, sus profesores le recomendaron Electrónica, reconociendo su potencial y asegurándole que era la mejor opción para un futuro prometedor. No se equivocaron; Diego se destacó rápidamente en su área, y junto con su formación parroquial y comunitaria, pudo sentar las bases para su futuro en la innovación social y tecnológica. 

A pesar de su formación académica, Diego dedicaba gran parte de su tiempo a participar en una comunidad religiosa de su población, lo que lo llevó a formar una pastoral en el colegio, donde rezaban, acompañaban y escuchaban a estudiantes en situaciones difíciles. “Había una realidad súper compleja; estudiantes de familias con altos ingresos económicos y otros provenientes de contextos más vulnerables”, recuerda Diego. Esta diversidad le brindó una comprensión profunda de las desigualdades sociales. 

En cuarto medio, experimentó la formación dual, que significaba asistir solo dos días al liceo y pasar el resto de la semana trabajando a tiempo completo como practicante en una empresa de laminado de acero, donde se desempeñaba en mantenimiento electrónico. La práctica les daba a Diego y a los otros practicantes un apoyo mensual de 50 mil pesos, y en ocasiones, la empresa otorgaba un bono de $50.000 a los trabajadores contratados que hicieran alguna innovación. Aunque Diego no estaba en esa categoría, sus aportes fueron tan valiosos que hicieron una excepción: una de sus innovaciones mejoraba el rendimiento de los residuos del acero en el proceso de salida del horno, y otra estaba relacionada con sistemas de compensación de agua para las duchas. 

Estas primeras experiencias en el mundo laboral y el consejo de uno de sus profesores lo convencieron de estudiar Ingeniería en Automatización en INACAP. Los dos primeros años de estudio fueron muy fáciles para él, ya que su formación en el liceo y la experiencia en la formación dual le habían dado una base sólida que lo hacía destacar entre sus compañeros, especialmente en el manejo de la técnica, herramientas y laboratorio. 

Sin embargo, en ese momento, Diego no estaba tan motivado por los estudios, ya que se encontraba en un proceso de discernimiento vocacional con los jesuitas para decidir si su vida sería la del sacerdocio o la del matrimonio, basado en tres pilares de acción: vida apostólica, comunitaria y sacramental. Dedicaba gran parte de su tiempo a la presidencia de una agrupación social con personalidad jurídica que postulaba a fondos y apoyaba a comunidades en situaciones de alta vulnerabilidad en Quilicura, y también como coordinador de la pastoral juvenil de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de esa comuna. 

Su participación en la parroquia lo llevó a viajar por diferentes partes de Chile, incluyendo misiones en Chiloé, el norte del país en fiestas tradicionales y otras regiones. Durante ese tiempo, reflexionó profundamente sobre su futuro. Consideró la posibilidad de convertirse en sacerdote. “En el último proceso de discernimiento, logré vincular lo que estudié con una pregunta que me surgió en una misión humanitaria en Bogotá, Colombia: ¿cómo se podría dar acceso ‘disponible’ al agua potable a la población de San Luis?” Esta pregunta fue el punto de partida para la creación de Urbanatika, su emprendimiento social que luego transformó en ONG. 

Diego ya cuenta con tres diplomados en EDTECH, Docencia Universitaria y Emprendimiento e Innovación Tecnológica. Actualmente, se desempeña como docente universitario en la carrera de Ingeniería en Automatización y Robótica en la Universidad Andrés Bello y como Ejecutivo Senior de Innovación en Transferencia Tecnológica en el área de Software y Recursos Pedagógicos en la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile. Su objetivo es cursar un doctorado, y en la actualidad, tiene dos grandes sueños en lo profesional. 

El primero está relacionado con que Urbanatika pueda crear negocios sostenibles a bajo costo: “Me frustra profundamente que una lechuga, que tiene un costo de producción entre $200 y $500, se venda por $1.000 o $1.500, y que en el Diario Financiero aparezca que una startup de cultivo hidropónico en la comuna de Quilicura -mi comuna- ha levantado 6 millones de dólares (…) y que no haya capacidad de reducir el costo de la canasta familiar”. Diego sostiene que hoy en día existe tecnología para reducir los costos de producción agrícola y está determinado a demostrarlo, ya que es necesario intervenir en la cadena de suministro, con producción sostenible, tecnificada, distribuida y local, aplicando inteligencia artificial, automatización y robótica. 

El segundo sueño de Diego es vincular a los liceos industriales de Chile y crear una red de manufactura distribuida para la industria 4.0. “Esto podría acelerar el desarrollo de la industria de I+D -investigación y desarrollo-, que está muy rezagada en Chile, además de la inversión actual del gobierno en esta materia. Tenemos la capacidad y la masa crítica para lograrlo desde los liceos técnico-profesionales.” 

El discernimiento ha sido una constante en la vida de Diego. Reflexionando sobre la educación técnico-profesional, Diego cree que estos liceos tienen una responsabilidad enorme, ya que son fundamentales para la producción del país. Muchos liceos industriales en Chile están vinculados con importantes industrias nacionales, como SOFOFA, ASIMET y la Cámara Chilena de la Construcción, entre otras. No obstante, asegura que faltan herramientas de emprendimiento y negocios sostenibles, y sugiere que nunca se debe perder de vista el factor humano: “Los liceos TP reciben estudiantes en situaciones socioeconómicas muy complejas, pero que de alguna manera sostendrán la economía del mañana si se invierte en el potencial de la manufactura local y distribuida del país”. 


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