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Catalina, una promesa de la programación nacida en el corazón rural de Curicó


Desarrollo Profesional

Autor: Magdalena Frontaura
Año: 2024

A fines de 2022, Canal 13 transmitió la emocionante final del concurso Solve for Tomorrow de Samsung, en colaboración con Fundación País Digital. Más de 1.700 estudiantes de todo el país participaron en esta competencia, con la misión de desarrollar proyectos innovadores que resolvieran problemas de sus comunidades, usando STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) como herramienta principal. Los cinco equipos finalistas se presentaron en pantalla, llenos de adrenalina y expectativa mientras aguardaban los resultados. El equipo ganador recibiría un ‘kit tecnológico’ que incluía una tablet, un celular, audífonos inalámbricos y un reloj, junto con el reconocimiento nacional. 

Cuando finalmente anunciaron al equipo ganador, proveniente de la región del Maule, Catalina apenas podía creerlo. ¡Su proyecto Agrodetect—un dispositivo capaz de detectar el exceso de pesticidas en el ambiente y enviar alertas a través de una aplicación móvil—había triunfado! 

Al terminar la transmisión en Canal 13, sus padres la llamaron emocionados desde Curicó, llenos de orgullo e incredulidad por lo lejos que había llegado su hija. “Ellos sabían que yo no era así… El cambio en mi personalidad fue realmente importante”, reflexiona Catalina, recordando cuánto había crecido en el camino.  

Catalina Muñoz siempre ha vivido en las afueras de Curicó, en una zona agrícola, junto a su madre, quien se dedica al hogar; su padre, conductor de colectivos; y su hermana mayor, asistente de aula, que vive con su hijo. De personalidad tímida e introvertida, Catalina solía mantenerse al margen del contacto social. Sin embargo, algunos vecinos programadores lograron ganarse su confianza y compartir con ella su pasión por la tecnología. Este acercamiento despertó en Catalina un interés genuino. Para alguien de naturaleza introspectiva, la programación se convirtió en un espacio seguro y estimulante, alineado con su afinidad natural hacia lo digital. 

Catalina sintió su primer impulso hacia la modalidad técnico-profesional al ver el camino que había tomado su hermana mayor en el Liceo Juan Terrier Daly (JTD). Inspirada por ese ejemplo, decidió que también quería una educación práctica que le brindara habilidades concretas y valiosas para su futuro. La certeza sobre su elección llegó durante una feria vocacional organizada por el emblemático liceo de Curicó. Al observar a estudiantes y profesores manipulando robots que ellos mismos habían creado, Catalina sintió una conexión inmediata y poderosa. En ese instante, supo con absoluta claridad que la programación sería su camino. 

Para Catalina, el camino hacia su egreso de la especialidad no fue sencillo. En el JTD, se utilizaba el aprendizaje basado en proyectos, una metodología que desafiaba constantemente a los estudiantes a trabajar en equipo, ser creativos y presentar sus ideas en público una y otra vez. “Al principio, me ponía muy nerviosa, pero salir de mi zona de confort y conversar con personas mayores, como mis profesores y directivos, fue invaluable. Siempre me brindaron espacio y me transmitieron confianza en mí misma”, recuerda Catalina. Hoy, está convencida de que la educación técnica le dejó como el mayor regalo el desarrollo de sus habilidades sociales.  

Durante tercero medio, motivada por su profesor Roger Méndez, Catalina se inscribió en numerosos concursos de innovación. Pasaba más tiempo en el colegio que en su propia casa: entraba a las 8 de la mañana y, en ocasiones, se quedaba hasta las 9 de la noche trabajando con sus compañeros, afinando el proyecto y buscando áreas de mejora. Su familia la apoyaba siempre, pero buscaban que no se sobre exigiera, ya que ella solía ser muy demandante consigo misma, especialmente en el ámbito académico. Su padre la esperaba cada noche afuera del colegio para llevarla de vuelta a casa. Catalina también recuerda con cariño a los compañeros que, aunque no formaban parte de su equipo, se quedaban para acompañarlos, distraerlos y apoyarlos. “El apoyo del liceo, de mi familia y de mis compañeros fue fundamental para mí”. 

Poco a poco, Catalina experimentó una transformación personal. Pasó de ser una joven tímida y de bajo perfil a convertirse en alguien con capacidades para trabajar en equipo y defender sus propuestas. Además, ganó confianza para conducir entrevistas con adultos, indagando en las problemáticas que enfrentaban en su día a día. Fue así como, entrevistando a un familiar, su equipo identificó la idea que los llevaría a ganar el concurso: alguien cercano había sufrido una intoxicación por pesticidas, un problema frecuente en su entorno agrícola. 

Actualmente, Catalina cursa su primer año en la carrera de Analista Programador en INACAP. “Ha sido bastante difícil porque el método de enseñanza es diferente, pero me estoy acostumbrando y siento que el liceo me dejó una base muy sólida”, afirma. Es la primera de su familia en ingresar a la educación superior. Además, espera continuar su trayectoria educativa al finalizar la carrera, por lo que ya tiene en mente conseguir un segundo título de Ingeniera en Informática. 

Hoy, Catalina sueña con utilizar la tecnología para mejorar la calidad de vida de las personas. Su experiencia en el liceo, donde logró desarrollar una solución que impactó positivamente en su comunidad, marcó un antes y un después en su vida. Y está decidida a seguir ese camino. 


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