El estudio reveló que más de la mitad de los profesores en Chile presenta signos de malestar emocional y agotamiento psicológico.
El pasado jueves 23 de octubre, en la Universidad del Desarrollo, se presentaron los resultados del Índice Nacional de Bienestar Docente, elaborado en conjunto por el Laboratorio de Investigación e Innovación Docente (LIID) de la Universidad San Sebastián, el Instituto de Bienestar Socioemocional (IBEM) de la Universidad del Desarrollo, Elige Educar, el Centro de Innovación en Liderazgo Educativo (CILED) de la Universidad del Desarrollo y la Fundación Santillana.
Este estudio, pionero y de alcance nacional, busca comprender en profundidad la experiencia docente, en un contexto desafiante marcado por altas demandas emocionales, transformaciones educativas y los efectos de la pandemia.
“Este estudio también validar sus vivencias y aportar evidencia que permita generar nuevas metodologías de intervención. “Es clave mirar con mayor detalle cómo se relacionan las distintas variables que inciden en el bienestar. Por ejemplo, la victimización, el compromiso emocional y el apoyo social entre colegas y estudiantes son factores que influyen directamente en la salud mental de los docentes”, señaló Paulina Guzmán, directora del LIID-USS.
Principales resultados
La encuesta, aplicada entre julio y agosto de 2024 a 1.327 profesores de todo el país, incluyó participantes de establecimientos municipales, subvencionados y particulares pagados. Del total, un 75% corresponde a mujeres y un 24% a hombres.
Entre los principales hallazgos, destaca que más de la mitad de los docentes muestra signos de malestar emocional y agotamiento psicológico. El 52% señaló que el bajo ánimo les dificultó “un poco” realizar su trabajo o relacionarse con otros, mientras que un 23% indicó que fue “muy” o “extremadamente difícil”.
“Hoy los datos nos invitan a mirar más allá de los resultados académicos y a poner en el centro las condiciones humanas y emocionales que hacen posible la enseñanza. Hablar de bienestar docente es hablar de calidad educativa, de vocación y de futuro”, afirmó Soledad Ortúzar, directora ejecutiva del CILED-UDD.
“Chile enfrenta un escenario complejo: el aumento del estrés y la sobrecarga laboral, junto con las nuevas demandas de la gestión escolar, afectan directamente la motivación y permanencia de los educadores. Medir y comprender el bienestar docente no es solo un ejercicio investigativo, es una necesidad país”, agregó.
Inseguridad y violencia
La investigación también reveló preocupantes cifras sobre violencia e inseguridad: un 24% de los docentes afirma no sentirse seguro en su establecimiento, mientras que 4 de cada 10 ha experimentado agresiones verbales o físicas.
En su desglose, un 60% de los docentes señaló que nunca había sido agredido por un estudiante, mientras que un 25% apuntó que “dos o tres veces en todo el período”. Un 8% señaló que “al menos una vez al mes” y 5.4% “al menos una vez a la semana”.
Sin embargo, el 57% declara que la convivencia dentro de su establecimiento escolar es “buena” o “muy buena”, en contraste con el 9% que la define como “mala” o “muy mala”.
Al respecto, Jorge Varela, investigador del IBEM-UDD, explicó que “después de la pandemia no hemos logrado hacernos cargo de mejorar las relaciones dentro de los colegios ni apoyar a las comunidades escolares a entender cómo el bienestar de estudiantes también va a predecir la relación con sus profesores y profesoras”.
Liderazgo y apoyo institucional
En materia de liderazgo escolar, solo 1 de cada 5 docentes considera que recibe apoyo suficiente de su equipo directivo, y más del 80% percibe que la comunicación con las direcciones escolares podría mejorar y que faltan espacios de contención emocional.
En la misma línea, la investigación muestra que más del 40% de los profesores no ha recibido retroalimentación ni ha sido observado en clases por su director. Adicionalmente, casi el 30% de los docentes percibe que nunca recibió apoyo para resolver problemas de disciplina en la sala de clases.
Sobre esto, Soledad Ortúzar aseveró que “muchos directores saben lo que deben hacer para apoyar a sus docentes —observar clases, retroalimentar, acompañar su desarrollo profesional—, pero simplemente no tienen tiempo. La carga administrativa y burocrática los ahoga, impidiéndoles ejercer el liderazgo pedagógico que realmente impacta en la sala de clases. No es falta de voluntad, sino de condiciones para hacerlo”.









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